Tatuajes y piercings: símbolos para cuerpos libres y autónomos.

Los tatuajes atraen una atención inmediata cuando se encuentran en una parte visible del cuerpo o dependiendo de la ropa usada para resaltarlos. Los piercings pueden ser mucho más discretos (o no), según donde la persona se los haya puesto y la actitud con que se lleva en relación a las ganas de “hacerlos lucir”. Sea como sea, el efecto inmediato de los mismos, una vez que se revelan, es despertar un interés o curiosidad externa. De cierta manera, también funcionan como herramientas de cortejo. Hombres y mujeres se tatúan o se hacen piercings conscientes de que eso podría resultar provocador para sus potenciales parejas. A su vez, hay elecciones en relación a esta decisión que determinan intenciones y propósitos; ya sea por la parte concreta del cuerpo seleccionada para ostentarlo, o por el significado personal que representa para esa persona a la hora de llevar algo que se supone como un símbolo para “toda la vida”. Hoy en día, los tatuajes y piercings han adquirido un aura de sex-appeal del mismo modo en que cada vez son más las personas deseosas por dibujar sus pieles o marcarlas con una seña distintiva que los haga únicos. No obstante, esta aceptación no siempre fue así.
Ahora es un asunto prácticamente cotidiano ir a un lugar para hacerse un tatuaje o ponerse un piercing, hasta el punto de que es inusual que alguien no tenga uno. Existe un mercado rentable gracias al cual han proliferado los profesionales de estas prácticas, considerando su oficio como una disciplina que combina arte y capacitación técnica. Los tatuadores conciben esta actividad como un trabajo de tiempo completo y se esfuerzan al máximo para destacarse por encima de la gran competencia que existe en el mercado. Paralelamente al crecimiento de este mercado, la percepción en torno a los tatuajes, así como el uso de piercings, ha cambiado significativamente en los últimos años. Es cierto que todavía perduren algunos prejuicios conservadores que los asocian con grupos delincuentes o símbolos de rebeldía malinterpretados. Sin embargo, los orígenes de estas manifestaciones libres y espontáneas de intervenir la piel son mucho más antiguas de lo que sospechamos en un principio, del mismo modo en que su función o uso varía dependiendo de la época o de la cultura en la cual se circunscriba dicha práctica.
Debido a estudios de restos fósiles, se cuenta que los orígenes del tatuaje se remontan al periodo Neolítico de nuestra Prehistoria (5 mil años atrás), pero a ciencia cierta es posible determinar que su práctica era muy común en la antigüedad dentro de la civilización egipcia. Las momias eran comúnmente tatuadas, pero también las mujeres de clases altas llevaban tatuajes como un signo de ostentación y poder que representaba su clase. En este sentido una mujer tatuada pertenecía a un estatus social elevado. Otros ejemplos de tatuajes por parte de civilizaciones antiguas se encuentran entre los celtas quienes los usaban con fines bélicos, mientras que las culturas aztecas tatuaban a niños pequeños como una forma de tributo a sus dioses. De este modo los tatuajes han cumplido funciones religiosas, rituales y estéticas, pero ante todo simbólicas. Actualmente, el uso de tatuajes y piercings no se desliga de esta carga simbólica. El precio que pagamos por ellos no solo se traduce en dinero, sino también en una cuota de dolor que soportamos en relación a una gratificación personal. Los lucimos porque nos gusta el aspecto que nos otorgan, al mismo tiempo que nos identificamos con lo que estos representan.
Un consejo común años atrás, y todavía dentro de algunos espacios conservadores, es evitar el uso de tatuajes y piercings, al menos en lugares visibles del cuerpo, si pretendías conseguir un “trabajo serio”. Durante mucho tiempo tatuajes y piercings eran vistos como un estigma que señalaba delincuentes, vagos y personas de mala reputación, porque el tatuaje estaba asociado a las pandillas o a grupos sociales integrados por parias. Pese a que la mala percepción fue cambiando gradualmente, todavía es posible escuchar a personas juzgando a los tatuadores como maleantes y a quienes se tatúan como libertinos, en el mejor de los casos.
Hay situaciones relacionadas con tatuajes y algunos significados tradicionales con connotaciones negativas: lágrimas en los ojos como marcas a los miembros de pandillas que han cometido asesinatos, o telarañas por gente que ha estado en la cárcel, o nombres cerca de los genitales que se los hacen los proxenetas a chicas para marcar su pertenencia a ellos, por poner algunos ejemplos. Estos prejuicios también son más antiguos de lo que sospechamos, ya que los tatuajes eran una práctica común entre los piratas que navegaban en alta mar para asaltar y saquear embarcaciones. A su vez cuando la revolución hippie hace acto de presencia en la historia contracultural del siglo XX, se popularizan los tatuajes dentro de este grupo de personas que se oponen a la guerra “haciendo el amor”, estos “rebeldes sin causa” que atentan contra las estructuras sociales más conservadoras.
Desde entonces, el tatuaje y los piercings tienen un potencial simbólico muy importante que no se desliga de la sexualidad: la decisión de tenerlos legitima el derecho a estar en control sobre tu propio cuerpo, a concebir el cuerpo como un instrumento regido por tu propia voluntad y no por lo que las reglas de una sociedad o un núcleo familiar pretendan restringir. De ahí el componente asociado a rebeldía que siguen teniendo los tatuajes, aunque se haya naturalizado su percepción. Actualmente resulta normal que encontremos personas tatuadas o con piercings haciendo trabajo de oficina, lo cual es una ventaja. Para combatir un prejuicio hay que crear un nuevo contexto que se imponga sobre antiguos referentes. Mientras más personas socialmente productivas han comenzado a hacer uso de tatuajes y piercings, se demuestra que cualquiera puede llevarlos sin que esto defina un tipo de persona con características preconcebidas.
El tatuaje es una huella que representa una marca “para toda la vida”, mientras que el piercing tiene un carácter mucho más temporal. En ambos casos la decisión de tenerlos es un asunto íntimo y puede responder a distintas razones, pero siempre trae consigo un resultado estético ligado a la apariencia física. Por lo tanto, los tatuajes y piercings son concebidos para ser atrayentes y no se descarta su función de servir al propósito de contribuir a nuestra vida sexual y estimular la atención en torno al cuerpo como parte de los ritos ligados al cortejo.
Primero que nada, no malinterpretemos la existencia de un tatuaje o piercing en el cuerpo de alguien. El hecho de que alguien use un piercing o se haya dibujado un tatuaje en una zona determinada de su cuerpo no debe ser interpretado como una invitación sexual. En todo caso cumple como un llamativo atributo extra, que no descarta su carácter sensual, pero que la persona en cuestión compartirá por elección con sus parejas en la intimidad. Superados en buena medida gran parte de los prejuicios en torno a los tatuajes y piercings, no podemos negar el componente sexual que representan. Así como los pavos reales o las aves del paraíso lucen los hermosos colores de su plumaje único para llamar la atención de sus parejas, del mismo modo los tatuajes o piercings cuentan como adorno llamativo para despertar el interés sexual o romántico en otros. Incluso para quienes no usan tatuajes, resultan interesantes aquellas personas que los usan y cuando hablamos con ellas acostumbramos a averiguar el significado detrás del dibujo que han elegido como tatuaje. Donde hay un tatuaje existe un buen tema para romper el hielo y abrir una conversación, especialmente cuando se trata de flirtear.
Tatuajes y piercings en relación con la sexualidad están intrínsecamente ligados a la atracción física y en muchos casos también al placer. Muchas personas se colocan piercings en los pezones o tetillas, con la idea de ser sexy, a pesar de que parezca doloroso a primera vista. Por su parte, hay quienes los llevan en el pene o en la zona de la vulva o la lengua, con la la idea de sentir más placer o dar más placer al otro. A su vez, un tatuaje podría convertirse en un elemento que ayuda a estar cómodo con tu cuerpo, para verte más atractivo y sentirte bien con tu aspecto, lo cual siempre es favorable para tener una vida sexual saludable y con apertura al otro. Hay incluso historias de tatuajes sobre personas que han tenido cáncer, así como cicatrices ocasionadas por cesárea o algún terrible accidente, que consiguen el propósito de reconciliarse con la herida tatuándosela. Al cubrir la cicatriz, no solo puede sentirse agradado con el aspecto que lucirá el cuerpo, sino que gracias a eso pierde fuerza el dolor que representa la cicatriz como huella de un evento desafortunado del pasado. Al margen de su carácter ornamental, en estos casos, el tatuaje añade un nuevo significado donde el presente triunfa a pesar del pasado y te reconcilia con un porvenir ajeno a los recuerdos que representaba la cicatriz. Sexontológicamente hablando, se crea una nueva interpretación de un hecho para vivir en estado de felicidad y paz.
Lo más importante a la hora de usar tatuajes o piercings es la reflexión en torno al significado individual que estos tendrán para nosotros, es decir: comprender como estos revelan un aspecto de nosotros por la correspondencia con ciertos símbolos o con lugares determinados de nuestro cuerpo. Puede tratarse de un asunto sin grandes explicaciones, que responde exclusivamente a un capricho saludable de carácter estético: porque simplemente te gustaría tenerlo y te verías atractivo llevándolo; lo cual es completamente válido. También cabe la posibilidad de que el tatuaje o el piercing tengan un significado mucho más íntimo y profundo. Desde tiempos inmemoriales la humanidad se ha comunicado a través de símbolos, que luego se sofisticaron hasta el punto de convertirse en palabras e idiomas. Cuando nos identificamos con un símbolo le atribuimos un significado que nos define. Por esta misma razón los tatuajes y piercings son representaciones de nosotros mismos en cuanto a los símbolos que hay detrás de ellos. Nuestras mentalidades cambian, crecen, maduran y envejecen a la par con nuestro cuerpos. En ese sentido siempre es importante tener en cuenta el por qué de un símbolo que nos marca, reflexionar si verdaderamente nos representa. Teniendo en cuesta esto es recomendable evitar el uso de un tatuaje cuyo significado sea luego una causa de arrepentimiento; como en el caso de aquellas personas que se tatúan el nombre de sus parejas, por ejemplo.
Los significados son tan variados como el tipo de tatuaje o piercing que te hagas. Para algunos puede representar la posibilidad de reconciliarse con una parte del cuerpo o de la piel que siempre les ha parecido incómoda, ya sea por una cicatriz o por el simple hecho de que no gusta como se ve ese espacio determinado. Si un tatuaje o un piercing contribuyen a que consigamos tener una nueva visión sobre esas partes de nuestro cuerpo entonces se puede lograr resultados que no solo transforman ese desagrado en orgullo, sino que también inciden a una mayor conformidad con el propio ser en el resto de sus fortalezas. Recordemos siempre que estar bien con nuestro cuerpo y su apariencia puede ser el primer paso necesario para sentirnos conforme con los demás aspectos de nuestra vida, en particular con nuestra sexualidad.
Ahora bien, ¿en qué puede ayudarnos los tatuajes y piercings a nutrir nuestra vida sexual? Teniendo en cuenta que se trata de una decisión individual tatuarse o no hacerlo, así como de una elección cuidadosamente pensada —o así debería serlo— los tatuajes o piercings responden a creencias y búsquedas particulares, y en ese sentido la profundidad de su significado para quien lo porta dependerá enteramente del individuo que decidió llevarlos. A pesar de las creencias que tengan otros sobre estos, el uso de tatuajes y piercings no atentan contra ninguna legislación así como tampoco contradicen ningún derecho externo de otros individuos. Tatuajes y piercings funcionan como expresiones celebratorias de nuestra libertad, porque reclaman la idea del cuerpo como un espacio individual y propio que no puede ni debe ser domesticado por las decisiones, creencias y prejuicios de otros. Cualquier significado que le otorguemos es válido porque se trata de un derecho individual de autonomía consciente sobre nuestro propio cuerpo supeditado exclusivamente al libre albedrío; el mismo tipo de derecho que también aplica para el libre y responsable ejercicio de nuestra sexualidad.