Sexualidad, vida y competencia

No es un secreto que los seres humanos somos instintivamente competitivos. Este rasgo común, más marcado en algunos que en otros, ha sido el trampolín de muchos grandes logros en distintas áreas del saber. Pues, si bien la capacidad de ser cooperativos ha determinado la supervivencia como especie, la competitividad nos ha llevado a optimizar habilidades, permitiéndonos llegar tan lejos como la Luna, por ejemplo.
Muchas veces asociamos el ser competitivos con una personalidad egocéntrica, con comportamientos agresivos o mezquinos. La realidad es que esta es una energía que podemos encaminar para superar obstáculos y hacernos mejores. Sin embargo, debemos ser cuidadosos para no caer en visiones distorsionadas de nosotros mismos, las cuales pueden afectar la autoimagen y perjudicarnos.
En lo referente a la sexualidad, la competencia está presente desde muy jóvenes. Durante la adolescencia buscamos adaptarnos a un entorno, pertenecer y a la vez destacar entre los pares. Es entonces cuando el cuerpo cambia, comenzamos a compararnos con otros y en no pocos casos, nos acomplejamos por ser más o menos altos, más o menos velludos, tener pechos más o menos grandes y un largo etcétera. También es en esta etapa cuando comenzamos a cuantificar las parejas sexuales que hemos tenido, así como la cantidad de encuentros, y a etiquetarnos entre nosotros. Ni hablar de las evaluaciones o autoevaluaciones del desempeño sexual, teniendo en cuenta criterios como duración, habilidades para facilitar el placer del otro, si se alcanzó el orgasmo o no, si son o no múltiples, entre otros.
Estos pensamientos referentes al propio cuerpo y al rendimiento sexual como si de una competencia se tratase nos acompañan, en mayor o menor medida, durante toda la vida adulta. En cierta forma hablamos y pensamos en el sexo como si fuese un evento deportivo ¿Es algo perjudicial o favorecedor ser competitivos en cuanto al sexo?
Entrenando para el sexo
El sexo es una actividad que se vive y se realiza a través del cuerpo. No hay que restar peso al aspecto puramente físico de toda la actividad sexual. Ya que si bien durante un encuentro sexual involucramos por entero nuestro Ser, es mediante el cuerpo que somos y estamos llevando a cabo el ritual en cada una de sus etapas. Recordemos que más que un envase donde se embotellan nuestros pensamientos, emociones y energías, el cuerpo es parte esencial e indivisible de nuestra identidad. Es lo que nos permite llegar a todas partes, interactuar y relacionarnos con el mundo exterior.
Las hormonas juegan un papel esencial en la activación del deseo. Asimismo la sensualidad es una cualidad que se expresa y se percibe a través de la piel y los sentidos. Durante la fase de excitación y clímax es el cuerpo quien recibe los estímulos, responde y ejecuta los movimientos. Finalmente en el periodo refractario descansa y da cabida a la relajación como preparación para un próximo encuentro.
Para que el cuerpo responda como deseamos en cada uno de estos momentos hay que hacernos consientes de él y entrenar la conexión con la mente. Al igual que en una actividad deportiva o artística, esta coordinación mente-cuerpo es vital para alcanzar los objetivos que nos planteemos en el sexo. Para el ser humano el sexo no se trata meramente de reproducción, sino que involucra otras necesidades y anhelos que buscan ser satisfechos. Es un ritual que desde el cortejo hasta el periodo refractario nos permite entablar o afirmar vínculos, dar y sentir placer, conocernos mejor, fortalecer la autoestima y relacionarnos. En tal sentido es hasta cierto punto favorable que seamos competitivos y que busquemos “pulir” nuestras capacidades para vivir experiencias sexuales más placenteras, así como para propiciar el disfrute de la pareja.
Es frecuente que tanto hombres como mujeres, sin importar su orientación sexual, quieran destacarse en cada encuentro, verse bien y brindar placer al otro. Esto sucede incluso cuando se trata de sexo casual, con el fin de ser bien recordados. Hacerlo y, sobre todo, hacerlo bien importa. Tanto así que puede llegar a ser una preocupación y hasta un motivo de ansiedad. Parte del entrenamiento mental para que el deseo de mejorar y destacarse no se vuelva en nuestra contra, está en evitar comparaciones con otras personas e intentar centrarse en el propio proceso. Este es otro aspecto en el cual podemos equiparar el sexo con una disciplina deportiva, o con una actividad artística como la danza.
Cualquier deportista o bailarín de alto nivel sabe que la autosuperación es su principal finalidad. La posibilidad de ser hoy mejor que ayer es una gran motivación y allí radica el espíritu competitivo. Para lograrlo prepara su mente, sus emociones y su cuerpo. Los coach se encargan de apoyarle en el fortalecimiento diario de sus principales habilidades y la autoconfianza, ingrediente esencial para lograr las metas. A diferencia de los deportistas profesionales, la mayoría de nosotros, quizá, no podemos invertir tanta energía, tiempo y recursos exclusivamente en nuestras destrezas sexuales. Sin embargo sí es factible entrenarnos para lograr percibirnos como suficientes y valiosos, así como para aprender a disfrutar mejor del propio cuerpo y por ese camino alcanzar una vida sexual satisfactoria y feliz.
Entrenar para vivir una sexualidad plena pasa por entrenar el cuerpo. Mantenernos activos y cuidar la alimentación nos hará sentir físicamente capaces de más cosas. Si seguimos diariamente una rutina de ejercicios que desarrolle resistencia y flexibilidad, estaremos preparados para llevarle el ritmo a la mente durante un encuentro sexual. Siempre debemos tener presente que cada cuerpo tiene sus propios límites y es necesario respetarlos para no comprometer la integridad física.
Existen además una serie de ejercicios específicos para fortalecer el suelo pélvico. Se llaman “Ejercicios Kegel”, básicamente consisten en apretar y soltar a intervalos los músculos pubocoxígeos. Estos son los que empleamos para regular el flujo urinario y también durante el sexo. Podemos hacerlos mientras estamos sentados, de pie o acostados. Tonificar el suelo pélvico nos ayuda a controlar los orgasmos y a vivirlos más intensamente. Son igualmente recomendables para hombres y mujeres, jóvenes y adultos, en especial para quienes padecen alguna disfunción sexual o han entrado en la menopausia.
Por otro lado el entrenamiento del cuerpo es insuficiente para otorgarnos una vida sexual más placentera si no lo combinamos con una adecuada preparación mental, emocional y energética. Es necesario cuidar los pensamientos acerca de nosotros mismos y reconocernos como seres valiosos, merecedores de placer. También debemos revisar periódicamente nuestras creencias acerca del sexo en general y cómo nos hace sentir. La meditación diaria nos permite establecer esa anhelada coherencia con nuestro cuerpo y escucharnos mejor. No es un trabajo de un solo día, sino un modo de vida que nos encamina hacia la autoconsciencia.
Actitud competitiva vs competencia
Indudablemente la actitud competitiva es una energía que puede ser orientada de forma positiva. Ella nos estimula a movernos y a superarnos cada día. Es aplicable en los negocios, en los emprendimientos, en los hobbies, en la vida académica y también en el sexo. Encauzarla positivamente significa otorgarle un sentido más allá de satisfacer el ego. El para qué tomamos las acciones que tomamos importa a nivel energético y de ello depende que nos sintamos verdaderamente satisfechos cuando alcancemos lo que nos hemos propuesto.
El sexo no es una competencia. Difiere de las disciplinas deportivas porque carece de reglas definidas. No existe una duración específica de los encuentros sexuales que los hagan ser considerados definitivamente mejores o peores. Tampoco hay un tamaño perfecto para el pene, ni es mejor acabar pocas o muchas veces, ni haber tenido determinado número de parejas. Los límites del sexo radican en el mutuo acuerdo que se haga entre los involucrados, que deben ser personas adultas y consentir todo lo que suceda. El resto queda a gusto de cada quien. Es por ello que el autoconocimiento es tan importante para poder disfrutar por entero del sexo y de todo lo que involucra.
Entrenarnos para gozar más y mejor de nuestro cuerpo es una decisión personal, la cual implica tomar una serie de acciones en lo físico, lo emocional, mental y espiritual. Solicitar el apoyo de un terapeuta o coach especializado en la materia puede ser muy favorecedor en este sentido. Un profesional puede guiarnos en el proceso de autoconocernos. Con su asistencia podemos también dar movimiento a los sentimientos negativos que hayan quedado como cicatriz de alguna experiencia del pasado. En última instancia depende de nosotros mismos y de las decisiones que tomemos el vivir una sexualidad coherente con quienes somos y deseamos ser.