¿Piensas en sexo, o sientes el sexo?
Nacemos como seres sexuados. Incluso antes, en nuestro exterior, entre los seres que nos recibirán y acompañarán, se tejen expectativas acerca de nuestro género, acompañadas de acciones que conducen una determinada predisposición .Muy temprano en la vida, comienzan a sumarse a cada uno creencias e ideas acerca de nuestra sexualidad y vida en general. Las primeras experiencias sexuales conscientes aparecen y refuerzan esa suma de creencias que comienzan a determinar qué pensamos y qué sentimos acera del sexo.
Ocurre que ambos aspectos a veces están alineados pero la mayoría de las veces no sucede así. Aprendemos a sentir más que a pensar, o viceversa. He oído a muchos de mis clientes iniciar cualquier conversación sobre su sexualidad con el “yo creo” o “yo pienso” y pocas veces con el yo siento. Entonces ¿La sexualidad es más un tema de pensar, que implica análisis, síntesis, comparación, generalización y abstracción o es más un asunto sensorial y de sentimientos?
La sensación está ligada a la palabra placer. Pero el placer físico no existe aisladamente, está unido a la connotación que de él se la haga a través de la percepción. Pensar afecta nuestras sensaciones y nuestras sensaciones nos llevan a pensar. Es un círculo entre percepción- deseo- conducta- placer que vuelve a iniciar con esas percepciones acerca de los estímulos que están con nosotros. Si vemos este círculo el placer es la recompensa que lleva a que surja una nueva motivación y aparezca nuevamente el deseo
El pensamiento juega entonces un papel fundamental en la motivación hacia el sexo y, de igual manera, la gratificación que produce el placer vuelve a afectar a nuestro pensamiento. Pero también es cierto que pensamientos y creencias limitantes pueden reducir considerablemente lo placentero de la experiencia sexual. Henry Moncrieff, quien ha dedicado sus investigaciones a indagar en las implicaciones ontológicas que la sexualidad esconde, asegura que es imposible separar nuestro sexo de los roles, patrones reglas y secretos establecidos en la sociedad modernizada. En sus escritos cita a Jeffrey Weeks: “Las posibilidades eróticas del animal humano, su capacidad de ternura, intimidad y placer nunca pueden ser expresadas espontáneamente sin transformaciones muy complejas: se organizan en una intrincada red de creencias, conceptos y actividades sociales, en una historia compleja y cambiante.
¿Piensas en sexo, o sientes el sexo? No hay, para esta interrogante, una respuesta única. La sexualidad o el placer sexual se sienten pero esto no es suficiente. Es necesario potenciarlos a través de la mente, incorporar pensamientos eróticos y fantasías. Pensar en sexo aumenta el deseo. Y el pensamiento está hecho de palabras. Como bien lo señala Miguel Ruiz en su libro Los Cuatro Acuerdos es importante que nos comprometamos honrando la palabra. “Seamos impecables con las palabras”, dice. Eso significa que estemos atentos a nuestras afirmaciones, evaluaciones, pedidos, ofrecimientos, declaraciones, en el momento que las hagamos, porque definitivamente van a influir otros aspectos de nuestro ser. Para tener conciencia de nuestros pensamientos debemos, como decimos en coaching, “suspenderlos” por un tiempo. Esto nos permite observarlos, examinarlos y después decidir qué tan provechosos o no pueden ser. Que tanto nos sumarán o restarán.
Pensar el sexo. Sentir el sexo. Todo es importante a la hora de transformar el placer en una experiencia vital trascendente y enriquecedora.