Los genitales son bellos cuando los disfrutas

La apariencia personal es un tema que a muchos nos preocupa. Suele pensarse que la belleza física es una inquietud más bien femenina, pero lo cierto es que tanto hombres como mujeres queremos estar bien presentados según la ocasión, para agradar, sentir que somos atractivos y ser deseables.
Para muchas personas, sentirse atractivo es sinónimo de estar saludables, aseados, con una vestimenta adecuada y, sobre todo, con confianza y una actitud positiva ante cada situación. Sin embargo, para otros la apariencia física puede convertirse en una obsesión, presionados por los cánones de belleza presentes en la sociedad actual, que exigen proporciones corporales que no se manifiestan naturalmente en la mayoría de las personas e invalidan las características fisionómicas que sí aparecen como parte de nuestra genética e historia de vida, como lo son las arrugas, pliegues, asimetrías, marcas, flacidez, lunares, cicatrices, oscurecimiento, etcétera. Pero ¿Qué pasa cuando la ocasión a la que nos queremos presentar es el sexo?
Tanto en hombres como en mujeres, existe cierto grado de ansiedad respecto a la apariencia de los genitales. La parte visible de estos es totalmente diferente en ambos sexos, y su aspecto ha generado a lo largo de la historia todo tipo de reacciones: desde curiosidad y deseo, hasta rechazo o miedo. En las últimas décadas, gracias a la masificación de los medios de comunicación, el internet, el cine porno y la publicidad en torno al sexo, hemos tenido la oportunidad de mirar muchos más genitales –a través de las pantallas– de los que vieron, quizá, nuestros abuelos, quienes debían esperar la ocasión de un encuentro sexual para poder detallar los genitales de algún otro, que en ese caso era su compañero o compañera, a su vez, el objeto de su deseo. Esta exposición constante de la genitalidad nos ha llevado además a establecer comparaciones y cierto ideal de belleza o perfección también para esta parte de nuestra anatomía. Porque los genitales que usualmente vemos en pantalla, tienden a ser mucho más uniformes respecto a la diversidad existente.
En el caso de las mujeres, se cree que la vulva debe ser lampiña, blanca o rosada, pequeña y sin imperfecciones, es decir, sin que sobresalgan demasiado de los labios mayores, el clítoris o los labios menores: una apariencia aniñada, acorde con el papel de muñeca u objeto pasivo que en el imaginario colectivo se le otorga a la mujer durante el sexo. Para los hombres la mayor preocupación es el tamaño del pene, ya que se asocia mentalmente un pene grande a mayor virilidad, más voluntad y más potencia sexual, en resumen a más hombría. La realidad es que todos estos prejuicios son producto de la desinformación sobre la variedad de formas, colores y tamaños que existen entre los genitales normales. Estos son multiformes y diversos, como lo son las manos capaces de acariciar, las narices capaces de respirar, las orejas capaces de escuchar… Dentro de la genitalidad, la normalidad equivale más a lo que es funcional que a lo que es simétrico o impecable. Así que, la invitación es a alejarse de las creencias limitantes respecto a la apariencia de los genitales y disfrutar del cuerpo adulto que se tiene, permitiéndonos el goce y la felicidad de la diversidad.

Depilarse y blanquearse ¿Desde cuándo? ¿Para qué?
Al igual que con otras partes del cuerpo, la búsqueda de la perfección en cuanto a los genitales, ha hecho que se hagan cada vez más populares las cirugías estéticas y otros tratamientos que buscan embellecer las vulvas y vaginas y agrandar visualmente los penes. De estos procedimientos, los más comunes son la depilación y el blanqueamiento de la zona genital.
Tanto la remoción del vello como el aclarado del pubis son preocupaciones estéticas que ya se manifestaban en sociedades antiguas, aunque dentro de los límites de la realeza o las castas sacerdotales.
- Se cuenta que la reina egipcia Cleopatra empleaba mezclas de productos naturales para exfoliar y depilar sus genitales. Estos tratamientos los aplicaban sus esclavas durante el baño.
- En la antigua Grecia las sacerdotisas y miembros de la realeza solían depilarse usando piedras pómez, así como preparados de cera.
- Durante la edad media europea el vello íntimo se recortaba con cuchillas para evitar parásitos, ya que las medidas higiénicas de la época eran muy escasas.
- Para las personas comunes, la depilación del vello púbico se hizo masiva a partir de las décadas de 1980 y 1990, debido a la hipersexualización de los cuerpos en la publicidad y los medios de comunicación.
Muchos justifican la depilación del vello púbico como un acto de higiene o salud, aunque en realidad la depilación total puede traer más complicaciones sanitarias que beneficios, puesto que, como cada parte de nuestro cuerpo, el vello púbico cumple una función: proteger los genitales de posibles suciedades y roces. La higiene se mantiene con una limpieza frecuente y adecuada; la depilación es entonces una decisión que obedece a razones estéticas. Recordemos que el vello púbico aparece en la adolescencia, cuando comenzamos a vivir nuestra sexualidad de una manera diferente y entramos biológicamente en la etapa de nuestra vida en la cual podríamos reproducirnos. Es, en consecuencia, un signo de madurez sexual. Removerlo, recortarlo o dejarlo crecer, debe ser una decisión personal que se adecúe tan solo a nuestra propia comodidad y satisfacción. Solo hay una persona que estamos en el deber de complacer y somos nosotros mismos.
El blanqueamiento de la zona genital es otro interés que, aunque es menos común respecto a la depilación, ha ido haciéndose más comercial debido a la popularidad de los genitales aclarados en la pornografía. Existen diversos métodos para lograrlo, desde cremas caseras hasta procedimientos con láser. El área genital, incluyendo el ano, tiende a oscurecerse por diversas causas que tienen que ver con la genética o con los hábitos diarios (la misma depilación, el sudor, el uso de ropa ajustada, etcétera). No debe ser motivo de vergüenza si la piel de esta zona se presenta un poco más oscura que la del resto del cuerpo. Ser adultos y seres sexuados, acompañados del autoconocimiento implica aceptar que los cambios en el aspecto de nuestros genitales obedecen al mismo cambio que ocurre en el resto de nuestro cuerpo. El deseo sexual no se circunscribe a la genitalidad, comienza con el interés por vincularse a otro cuerpo y a otro Ser, por lo que el placer no debería mermar ante la visión del vello o algún eventual oscurecimiento.
Los los genitales normales son como las personas normales: no existen
A partir de la década de 1970 se comenzaron a ofrecer las vaginoplastias y los agrandamientos del pene dentro de la variedad de procedimientos quirúrgicos con fines estéticos. La vaginoplastia es una cirugía que se aplica tanto para tonificar los músculos vaginales en mujeres mayores de cincuenta años, que han sido obesas o que han pasado por cambios físicos a consecuencia de partos o enfermedades, como para remover piel que se considera estéticamente excesiva. Esta piel suele ser la de los labios menores, que en muchas mujeres sobresalen por encima de los mayores. Salvo en casos extremos, el hecho de que los labios menores sobresalgan, no interfiere con el desempeño sexual de la mujer, y tampoco con su sensibilidad. Según un estudio reciente del Hospital Lucerne Cantonal de Suiza, no existe tal cosa como una apariencia externa normal para los genitales femeninos. Esto quiere decir que no hay una medida estándar correcta para labios mayores, labios menores y clítoris. También los labios pueden ser asimétricos entre sí. Cada una de estas partes es demasiado grande tan solo cuando a ti personalmente te generan insatisfacción visual o te molestan de alguna manera durante la relación sexual.
La vagina es un canal muscular flexible y capaz de adaptarse al tamaño del pene o incluso de permitir la salida de un ser humano. La vaginoplastia es verdaderamente beneficiosa cuando por cualquier motivo se ha perdido la elasticidad del músculo y este hecho interfiere con el placer durante las relaciones sexuales o, incluso, ocasiona pérdidas de orina, generalmente en mujeres mayores de cincuenta años. Y, al igual que otros procedimientos estéticos, cuando personalmente se considera que mejorará la autoestima. Sin embargo, la autoaceptación y el disfrute de la sexualidad no deberían verse truncados por intentar alcanzar un ideal de belleza que se ajuste a lo que vemos en la pornografía o la publicidad.
Tenemos ideas preconcebidas sobre cómo deben ser las vulvas y vaginas, las cuales resultan falsas, y asimismo sucede con los penes. La realidad es que cada pene es peculiar y único. Los hay de infinidad de colores, tamaños, grosores, formas y ángulos cuando están en erección. Esto tiene poca influencia en el desempeño sexual y la satisfacción propia o del compañero o compañera. Los procedimientos quirúrgicos para agrandar o ensanchar el pene son varios, el más común consiste en cortar algunos ligamentos de la base del pene para agregar unos dos centímetros a su longitud en reposo. Como toda cirugía conviene informarse con un especialista sobre los pros y los contras antes de decidir someterse a una intervención de este tipo.
El encuentro sexual es un acto entre personas, sujetos peculiares y con características propias, que tienen distintas historias de vida. La pornografía es solo un producto comercial muy distante de la realidad del sexo, en el que además de mostrar a las personas como objetos sexuales, se emplean técnicas cinematográficas para exagerar los atributos genitales de los actores, como el tamaño de los penes y la duración de las erecciones. Aprender a distinguir entre estos productos y la realidad es una destreza que debemos desarrollar para gestionar mejor las expectativas respecto a nuestro propio cuerpo y el de nuestro compañero o compañera sexual.
Recordemos que el principal órgano sexual es el cerebro, lo cual quiere decir que nuestros pensamientos influyen más de lo que creemos en nuestra percepción del otro, nuestra autoestima y el rendimiento sexual.

Algunas recomendaciones:
Conoce tu cuerpo: observa tus genitales, siéntelos, mastúrbate y aprende a reconocer tus respuestas físicas.
- Conoce el cuerpo de tu pareja: escúchale, siéntele, aprende a disfrutar de la diversidad de los genitales sin juicios basados en lo socialmente estético y bello.
- Explora tu cuerpo y el de tu compañero o compañera más allá de la genitalidad: descubre tus zonas erógenas y las suyas.
- Involucra tus cinco sentidos durante el encuentro sexual: el sexo no solo se trata de la vista de un cuerpo atractivo, se trata de conectarnos con el otro a través de la piel, del olfato, de los sabores y de los sonidos.
- Disfruta de la sexualidad más allá de la genitalidad: fortalece tu vida sexual a través de actividades de autocuidado y de cuidado de tu relación de pareja. Consiéntete y consiéntele.
- Mantente saludable, aseado y cuida tu presentación personal: pon atención a cómo te presentas, usa ropa interior y exterior que te guste aun cuando estés en casa, mantente limpio y ten hábitos de vida saludables, cuida tu zona genital.
- Aprende a diferenciar la pornografía del sexo real: La pornografía es un producto comercial que poco tiene que ver con el vínculo que se experimenta en un encuentro sexual real. Igualmente los personajes que allí aparecen son muy diferentes de las personas que existen en el mundo.
- Disfruta cada parte del encuentro sexual: los preámbulos son importantes, tómate el tiempo necesario para gozar de todas las sensaciones. Descubre junto a tu pareja actividades sexuales que no se reduzcan a la penetración o a la actividad genital.
- Si te sientes insatisfecho con la apariencia de tus genitales y esto te genera complejos o baja autoestima consulta con un especialista en sexualidad: un psicólogo, terapeuta o coach te puede orientar en cuanto a la gestión de tus expectativas y en la aceptación de tu cuerpo. También conversa con tu médico, y si decides hacer algún cambio, contacta con médicos especialistas y de buena reputación en materia de estética genital.