La prostituta sagrada

Prostitución y sagrado son dos palabras que, para la sociedad actual, resultan incompatibles u opuestas. ¿Sabías, sin embargo, que en la antigüedad había una clase de prostitución que estaba consagrada a ciertas diosas y unas prostitutas que nada tenían que ver con lo que se conoce como prostitutas comúnmente?
Las hieródulas, como se les conocía, existieron desde la civilización sumeria, en el 5.000 A.C. En este caso, estaban consagradas a la diosa Innana, que regía el amor y también la guerra. En Babilonia, estuvieron consagrada a Ishtar y en Grecia, a Afrodita, ambas diosa del amor (de hecho, Afrodita tomó muchas de sus características de Ishtar, las narraciones de ambos mitos tienen muchos puntos de coincidencia). Se creía que acostarse con ellas era acostarse con la diosa, pues éstas eran sus representantes en la tierra.
A diferencia de las prostitutas comunes y de las mujeres de familia, las prostitutas sagradas aprendían a leer y escribir, también sobre artes y asuntos de política, pues su labor no se limitaba solamente a lo sexual, sino también al arte de la conversación y el entretenimiento. En ese sentido, se parecen a las geishas del Japón que, aunque no están consagradas a una diosa, son consideradas artistas del entretenimiento. En nuestro tiempo, las hieródulas serían consideradas damas de compañía de alta categoría. Eran escogidas no sólo por su belleza física, sino también por su inteligencia, encanto y devoción. Todos los años, miles de muchachas trataban de estar al servicio de la diosa, pero la competencia era difícil y solo pocas eran seleccionadas por ciudad. Sus funciones cesaban por voluntad propia o debido a que, por la edad, ya no podía seguir cumpliéndolas. Entonces podía reintegrarse a la sociedad como mujeres libres y respetadas, o seguir haciendo otro tipo de tareas en el templo.
A diferencia de las prostitutas comunes, parias sociales sin ningún derecho o respeto, las prostitutas sagradas tenían una función esencial dentro de las culturas de la antigüedad: al tener sexo ellas le rendían honores a la diosa. Así, por magia asociativa, se garantizaba la fertilidad de las mujeres y la tierra y, en consecuencia, la prosperidad de la ciudad. Las sacerdotisas principales del templo, estaban encargadas además de mantenerlo, por lo que el dinero que recibían a cambio de sus favores estaba destinado a ello. En nuestros días eso sería considerado explotación, sin embargo, en la antigüedad servir a una diosa era considerado un honor. Así también, para la mentalidad moderna, es casi imposible imaginar que acostarse con una prostituta sea un acto sagrado, pero para sumerios, babilonios y griegos era la forma de mediar con la fuerza de las deidades que regían el amor, la sexualidad y la fertilidad. En muchos lugares, existía incluso la tradición de que, una vez al año, todas las mujeres de la ciudad, vírgenes y casadas, debían servir en el templo y tener sexo con un extranjero. En otras ciudades, eran solo las vírgenes quienes debían servir a la diosa justo antes del matrimonio.
Había un proceso ritual que separaba a la cópula sagrada de la común. Quien tenía sexo con la prostituta sagrada debía primero purificarse, así como elevar plegarias a la diosa y hacerle ofrendas. Además, todo el proceso previo al coito, implicaba una serie de actividades que iban desde quemar aceites e incienso, servir ciertos alimentos (leche, miel, frutas), disponer cierto tipo de telas -cuyas texturas son gratas al tacto- sobre el lecho. Así, el encuentro sexual se salía de lo cotidiano y se convertía en una experiencia de deleite para todos los sentidos.
Fue la cultura griega quien más documentos dejó sobre la existencia de las hetairas o prostitutas sagradas. Las prostitutas comunes, en cambio, eran llamadas pornai, de donde viene la palabra pornografía. A diferencia de las pornai, obligadas a usar las telas más burdas y a teñirse el pelo de ciertos colores (rojo, rubio o incluso azul, dependiendo de la ciudad), las hieródulas se vestían con los más finos ropajes (generalmente transparentes, para distinguirlas de las mujeres de familia) y usaban las más finas joyas. Así también, se codeaban con todos los grandes hombres: poetas, políticos, pensadores y artistas. En Grecia, tenían incluso potestad para intervenir en los asuntos del estado y tenían el privilegio de poder elegir a sus clientes. Se dice que incluso muchas muchachas escogieron el camino de la prostitución sagrada porque les permitía educarse, además de una serie de libertades que no tenían el resto de las mujeres.
Una de ellas, Aspasia de Mileto, fue amante de Pericles, tal vez el político más importante de la antigua Grecia, sobre quien ella tuvo gran influencia. Era, además, maestra de retórica y cronista. Muchos de los textos de los pensadores más importantes de su época la mencionan como una mujer admirada y poderosa. Así también se destaca Friné, famosa por su belleza y por su influencia en la vida cultural de Atenas, siendo la modelo favorita de Praxíteles, el más importante escultor de la antigüedad griega. Se dice de Friné que era tan bella que, cuando un amante celoso la condenó de irrespetar ciertos rituales sagrados y la llevaron a juicio, convenció a los jueces de liberarla quitándose la túnica y preguntando: “¿Están dispuestos ustedes a castigar a La Belleza?”. Los jueces la dejaron ir.
Pero, más allá de los datos históricos ¿qué puede enseñarle la existencia de la prostitución sagrada a nuestra época? ¿Qué puedes aprender de la prostituta sagrada? Primero, que la sexualidad puede ser una forma de honrar lo divino. La palabra sagrado no significa otra cosa que consagrado, es decir, algo a lo que le rendimos culto, adoración. Es frecuente que estas ideas estén relacionadas con, pero no necesariamente tiene que ser así. Tus padres o tus hijos son para ti sagrados. Lo que amas hacer es, para ti, sagrado. La sexualidad puede volverse, entonces sagrada, si involucras no solo el cuerpo, sino también las emociones, la mente y la energía.
Si además tienes presente que la sexualidad no se limita solo al coito, sino que está presente en todos los aspectos sensuales (que involucran los sentidos) de nuestra vida -desde cocinar hasta abrazar a tus hijos-, tendrás una mayor capacidad para disfrutar cada momento de la vida. Por tanto, ésta se hará más rica, en un sentido que no puede medirse en términos económicos (aunque es posible que esa capacidad de disfrute active en ti potencias creativas y nuevas maneras de enfrentar lo económico). De igual manera, un encuentro sexual asumido como sagrado, donde todo lo que eres como ser humano esté implícito, se traducirá en que todos los ámbitos de tu vida se verán repotenciados. Si lo piensas de esta manera, no es tan descabellada la idea de que la sexualidad sagrada es una forma de atraer la prosperidad, tal y como aseguraban los antiguos. Al estar en contacto con la llama interna de la sexualidad, te sentirás más abundante y crearás y atraerás mejores oportunidades.
La vida moderna a veces quita demasiado tiempo pero, a pesar de ello, podemos encontrar espacios para encuentros sexuales de calidad, que salgan de la rutina y la cotidianidad. Para ello, te invito a que recuerdes a la prostituta sagrada, su amante y sus rituales y te dejo algunos tips:
- Usa ropa, exterior e interior, que te haga sentir sensual. Arréglate como si fuera una ocasión especial, lo es.
- Si eres una persona mística, haz alguna pequeña ofrenda a la diosa. Puede ser incienso, que además se convertirá en un estímulo olfativo y creará un ambiente de relajación.
- Añade a tus encuentros un toque de creatividad. Recurre a todo aquello que pueda potenciar tus sentidos y los de tu pareja: aceites, inciensos, alimentos, perfumes, telas especiales, tonos de iluminación.
- Tómate el tiempo para disfrutar de un rato de intimidad con tu pareja, antes del coito, que incluya conversaciones, caricias y juegos.
Con ello, estarás aprendiendo a convertir todos los momentos cotidianos en momentos especiales. Crea así una sexualidad que desees vivir, vive la sexualidad que has decidido crear.