La educación sexista se nutre del lenguaje sexista
Desde la educación pre-escolar, hasta llegar a los estadios avanzados de los estudios universitarios, se sigue manteniendo el discurso en el que los hombres son protagonistas de los avances científicos, la política, la historia, la medicina, etc. ¿Cuánto de esa discriminación en los roles nació de un mundo sexista, y cuánto de ello se sigue manteniendo a pesar de la lucha contra ello? Esto trae como consecuencia que mujeres capaces no sean reconocidas por sus logros y en el peor de los casos no se crean con la suficiente competencia de desarrollarse en igualdad de condiciones que los hombres.
La educación sexista es aquella en la que existe una diferenciación evidente entre lo que se espera de los hombres y las mujeres, de acuerdo a estereotipos que se crean culturalmente y se mantienen en la sociedad. Es posible que las diferencias (si existieran en realidad) sean acrecentadas por la información y la educación. Libros de texto, noticias, programas de tv, novelas, etc. mantienen estos roles diferenciados colocando a la mujer en actividades relativas al hogar, muchas veces dependiente y en actividades emocionales en contraposición con el hombre proveedor, fuerte y centrado en el trabajo y en actividades intelectuales.
Si partimos de que la educación tiene su base en el lenguaje, entonces debemos revisar profundamente el mismo si queremos controlar la influencia de este bagaje cultural, que en definitiva, de forma inconciente, nos determina como sexistas.
Como lo afirma Echeverría en su libro Ontología del lenguaje, ¨ …el lenguaje no es un fenómeno individual, es un fenómeno social. Un solo individuos por si mismo, no puede producir lenguaje. El lenguaje surge de la interacción social, en el juego colectivo de individuos que coordinan acciones juntos.¨ El lenguaje condiciona la forma en que vemos el mundo, y desde muy pequeños nos permite categorizar al mundo.
Desarrollemos en lo posible un lenguaje igualitario en el que nombremos a varones y hembras atribuyéndoles a través de la palabra y el lenguaje, la misma importancia y protagonismo.
La lengua cambia a lo largo del tiempo. Es trabajo de todos evitar la ambigüedad genérica o la predominancia de género innecesaria. Estemos atentos a las descripciones y señalizaciones de la persona a través del género masculino, para que esto sirva de eco a la sociedad. La invisibilidad de las mujeres en el uso del leguaje debe, de una vez por todas, ser modificada. Desde pequeñas las niñas deben aprender a sentirse incluidas cuando se mencionan a los niños, el ser humano, etc. y no en forma contraria le ocurre a los varones. El lenguaje, como forma de comunicación, en estos casos no las tiene incluidas y pudiera generarse de alguna forma, una sensación de no ser tomadas en cuenta. Esto puede que determine a futuro su propio comportamiento. No necesariamente se deben mencionar ambos géneros en todas las oportunidades. Quizás hacer prevalecer el femenino o masculino según sea la mayoría del grupo en cuestión, o no caer en masculinos cuando se pueden señalar a hombres y mujeres por separado, podría ser una solución.
Recordemos que el lenguaje crea y construye la realidad, por lo que todos somos responsables y capaces de modificarlo desde la propia existencia y ética humana.
Cuida tu lenguaje y crea la vida y la sexualidad que decidas experimentar.