Etapas de las relaciones de pareja: una visión sexontológica del amor.

Cada uno de nosotros tiene una idea personal de lo que el amor significa. Todos alguna vez hemos amado y también nos ha dolido ese amor desde el lugar de lo “romántico”, ese término que usamos a la ligera para referirnos a las relaciones de pareja. Diferentes generaciones de pensadores, así como personas de distintas prácticas y disciplinas, se han interesado en definir el amor desde su propia experiencia. El amor es un sentimiento sobre el cual podemos hablar sin que nos cansemos de ello y aún así apenas rascaremos la superficie de su verdadera naturaleza. E incluso cuando aseguramos que el amor ha perdido su significado, seguimos definiéndolo a través de lo que nos ha herido o decepcionado. El amor representa un descubrimiento inagotable porque siempre existe la posibilidad de que vuelva a suceder.
Por supuesto, hemos desarrollado impecables explicaciones para nombrarlo, clasificarlo y desmenuzarlo en partes como un objeto de estudio semejante a cualquier otro. Pretendemos controlar el amor gracias a las teorías que hemos creado en torno a este sentimiento, ya sea desde puntos de vista biológicos, psicológicos hasta filosóficos y místicos. Sin embargo, lo importante de hallar un punto de vista objetivo y racional en torno a las relaciones de pareja, es que gracias a ello descubrimos herramientas que nos permiten analizar los problemas que se presenten, enfrentarlos y buscar soluciones comunes que satisfagan a las partes involucradas. Así como cada individuo tiene su propio crecimiento y desarrollo personal, también se puede identificar un desarrollo de la pareja como un ámbito. Al margen de las idealizaciones que tengamos en torno al romance, una relación de pareja involucra un trabajo conjunto que exige atención y responsabilidad. La pareja conforma una unidad integrada por dos personas involucradas en el amor y en el sexo. Una pareja constituye oportunidad de comunión y entrega hacia un “ser otro” para explorar las múltiples alternativas del amor y el deseo. Y si nos lo permitimos, una relación de pareja implica la posibilidad de una vida común dentro de un espacio y tiempo compartido.
Existen diversas teorías centradas en las “etapas del amor”, que intentan clasificar las distintas fases que componen una relación de pareja. No perdamos de vista que cada pareja descubre y construye su propio proceso. Conscientes de que no existe una formula exacta para juzgar todas las relaciones en sus especificidades, en sexontológico proponemos un esquema de las relaciones de pareja concentrado en la necesidad de hacernos conscientes y responsables de los elementos que componen una relación. El objetivo es definir lo que cada uno aporta dentro de la pareja, lo que juntos construyen cuando se definen a sí mismos como tal y como podemos trabajar en conjunto para que nuestras relaciones tengan un impacto positivo.
Antes de clasificar las etapas sexontológicas de las relaciones de pareja, es fundamental que comprendamos el concepto de pareja como ámbito y los principios que intervienen en ella. Los ámbitos de la pareja se entiende como un espacio compartido entre las dos personas que la integran. Al mismo tiempo estos ámbitos se definen como un sistema independiente donde sus miembros desarrollan las distintas áreas que conforman ese espacio. Una de estas áreas se corresponde con la sexualidad y su influencia dentro de la vida de pareja. En los ámbitos de la pareja existen tomas de decisiones y acciones, momentos de transformación y maneras de reaccionar ante las situaciones que se presenten. La pareja no anula las partes de cada individuo, así como tampoco aísla a la pareja del mundo que la rodea. Todo elemento externo influye e interviene para crear un efecto dentro y fuera de la relación.
Por lo tanto, en los principios de una relación intervienen los ámbitos de la pareja conformados por los llamados: yo (el reconocimiento de la experiencia propia y singular), tú (la identificación de la experiencia circunscrita al otro que no soy yo dentro de la pareja), ellos (los otros fuera de la pareja, que generan una influencia en su quehacer y existencia, como padres e hijos por ejemplo), los intangibles (el conjunto de creencias, normas, tradiciones culturales e idiosincrasias que permean la noción de pareja en relación a la sociedad) y nosotros (la pareja como unidad protagonista definiendo sus propias reglas y contratos). Cada uno de estos distintos ámbitos tienen un peso y una influencia cuya medida no es la misma entre las parejas. Parte del trabajo sexontológico enfocado en las relaciones de pareja consiste en identificar como intervienen estos ámbitos dentro de tu vida, el peso que le das a cada uno de ellos y si de alguna manera alguno de estos determinan aspectos determinados de esa vida en pareja; como es el caso de la sexualidad. Cuando reconocemos que la influencia de algunos de estos ámbitos produce una reacción de desequilibrio, podremos tomar entonces una acción positiva para transformarla en algo beneficioso tanto dentro de la pareja como en tu desarrollo personal.
Ya reconocidos los ámbitos de la pareja y su importancia para definirla, las etapas sexontológicas de la relación se dividen en tres categorías:

Enamoramiento:
La fase inicial concentrada en los sentimientos progresivos de amor y deseo que motivan a los individuos a buscarse y constituir una pareja. El uno y el otro orbitan en sintonía con su recién descubierta necesidad de compartir con esa persona que te hace sentir de un modo especial. Es el tiempo del vértigo, pero también del agradable velo de la esperanza que muchas veces nos impide ver las cosas tal y como son, porque predominan las idealizaciones. En el enamoramiento exaltas las cualidades del otro y también procuras presentarte conforme a tu versión más encantadora. Es parte del juego de la seducción, donde deliberadamente no ves ni muestras aspectos negativos. El deseo sexual en esta fase se concentra en la satisfacción plena. Buscas estar junto a alguien que no solo excita tu cuerpo sino que también exalta tus sentimientos. Durante esta etapa quieres mostrarte desde lo mejor de ti y a la vez te encandilas ante la visión de lo mejor que hay en el otro hacia el cual depositas tu amor.

Mantenimiento:
En esta fase se revela la verdadera esencia del ser, con sus defectos y virtudes. Las apariencias se desnudan no solo dentro de la intimidad sexual, porque ya no estás obnubilado por el mundo de la perfección. Vas reconociendo si esa desnudez del otro sigue despertando en ti el mismo interés, si te anima a continuar la aventura de seguir juntos. En la cotidianidad de la pareja comienzan a expresarse con mayor naturalidad los aspectos profundos de tu comportamiento y descubres con mayor claridad las reacciones del otro ante las situaciones. La pareja ha descorrido el velo de la autoengañada perfección cuando comienza a percatarse de lo mundano y lo real. Se reconocen a sí mismos como personas con las cuales hay pactos y desacuerdos. Surgen conflictos y momentos de apoyo mutuo. La pareja ya no solo existe para complacerse en lo fácil. La pareja se necesita saberse comprendido en lo difícil.
En el mantenimiento no desaparece la esperanza, ni tampoco merma el cariño. Simplemente adquiere un nuevo nivel en el cual es posible establecer proyectos y acordar planes comunes. La pareja ha dejado de definirse exclusivamente por el sentido momentáneo de pertenencia física y emocional. En esta etapa la pareja aboga por un sentido de permanencia y una noción de pertinencia. El otro importa como parte de tu vida, creando un efecto ante el cual descubres reacciones que desconocías de ti mismo como individuo, o que no pensaste que llegarías a sentir con esa determinada persona.
Una de las claves de la etapa de mantenimiento es cuando se ensayan roles y papeles dentro de la relación. Van creando la estructura de un incipiente futuro dentro del cual cada uno ocupará un lugar que ya no solo será el del amante o el enamorado. El mantenimiento como etapa del amor es una columna vertebral gracias a la cual es posible intuir si la relación aspira a lo “permanente” o se contenta con lo temporal, especialmente cuando aparecen hechos concretos (hijos, proyectos económicos, planes de ahorro) que obligan crear base y asentamiento para esa relación. Afectiva y emocionalmente existen pruebas que le confirman a la pareja su satisfacción y su responsabilidad de seguir juntos con miras hacia objetivos comunes. La meta final de la etapa de mantenimiento es buscar la parte positiva de la relación, aunque a veces esto no ocurra.

Consolidación:
Se confirma para ambos la sensación de tener una pareja como un hecho natural, parte esencial de lo cotidiano en relación con lo trascendente. Afirmas (“es mi pareja, con sus defectos y virtudes”), negocias (“acepto los contratiempos y reconozco los conflictos que se han presentado dentro de la relación”) y creas acuerdos (“me acomodo a tal o cual situación porque mi pareja es importante y siento la responsabilidad de trabajar en ella cada día”). Sin embargo, la consolidación es una etapa neutra igual que las anteriores, susceptible de generar efectos positivos o negativos dentro de la relación de pareja y los individuos que la conforman.
Una pareja consolidada no necesariamente es una pareja perfecta. Por eso hay que tener cuidado con la aceptación que se producen en el tránsito entre una etapa y otra, porque también se consolida lo bueno y lo malo. En ese sentido cuando hay vicios que se han presentado antes dentro de la pareja, y si no se han trabajado positivamente para transformarlos, se mantienen luego para consolidar una relación tóxica, por ejemplo. Algunas parejas tienen conflictos continuos y esa es su manera de consolidarse. Por el contrario, otras parejas se establecen bien, siendo felices a pesar de los conflictos que han superado. Las parejas consolidadas perduran proyectándose en el tiempo.
La base de la consolidación de la pareja es la aceptación. Te aceptas a ti mismo como parte de una pareja y aceptas al otro como un sujeto de importancia dentro de tu vida. Internalizas esa aceptación, pero no por eso te acomodas a ella sumisamente. Significa que hay defectos y conflictos con los cuales has aprendido a pactar. Sigues ahí, a pesar de ellos. Siguen juntos, por encima de estos. La meta suprema de una pareja consolidada sería la consolidación de dos personas y un alma. Es decir, una pareja que ha alcanzado una comunión armónica con la fortaleza energética común a ambos. Es el estado ideal posterior al quiebre de las primeras idealizaciones: una pareja nunca perfecta pero en constante perfeccionamiento de la relación que han aceptado. Una pareja que se mantiene “por siempre”, unida en cuerpo, mente, emociones y energía.
Muchas de las teorías que intentan explicar las etapas de la relación tratan de definir tiempos estimados entre cada uno de ellas. Las etapas sexontológicas aquí propuestas no se basan en tiempos definidos o aproximados. Son tiempos variables que difieren según cada pareja y su caso particular. No todas las parejas alcanzan las tres etapas, porque no todas las relaciones son capaces de mantenerse ni están dispuestas a consolidarse en el tiempo después del enamoramiento. La ruptura puede aparecer en cualquier momento. Y su aparición puede ser temporal o definitiva, representando un momento de transformación. Si bien es válido lamentar y experimentar la fase de duelo que conlleva una ruptura, en el caso de reconocerla como permanente, no veamos estos instantes como un punto final dentro de nosotros (aunque si lo sea para la relación en cuestión). En cambio pensemos que cada nueva relación contribuye a mejorar nuestra experiencia individual de lo que entendemos como una pareja.
Las relaciones de pareja que hayamos mantenido o consolidado, y luego se terminaron, también nos ayudan a descubrir lo que buscamos dentro de una relación. Tampoco sentenciemos un signo de fatalidad según el cual todas nuestras relaciones serán idénticas y en ellas se repetirán los mismos errores. Tu pasado no limita tus nuevas experiencias relacionadas al amor y al deseo, a menos que lo permitas. Usa ese pasado a tu favor. Consciente de como has amado y como has sido amado, posees un conocimiento a tener en cuenta para la próxima oportunidad de enamorarte. El amor es un constante ensayo para el cual no hay una versión final y definitiva.