El perdón que sana la sexualidad.
¿Por qué nos cuesta tanto perdonar? A menudo nuestras vidas se encuentran limitadas por emociones contradictorias frente a situaciones presentes que nos remiten a eventos traumáticos de nuestro pasado. Tanto en la sexualidad como en la vida en pareja también podemos sentirnos limitados a causa de todas aquellas cosas que no logramos perdonar, pero que luego se convierten en un bagaje que llevamos a cuestas a la hora de relacionarnos con nosotros mismos o con otros a través del sexo. Tenemos miedo de abrirnos con otros porque no olvidamos cuanto nos han herido. Tememos exponernos demasiado porque seguimos aferrados al dolor que nos han infligido. Nos duele ese dolor porque le atribuimos una culpa fuera o dentro de nosotros, pero sin confrontarla objetivamente. Nos seguimos contando una misma historia a la cual no le damos el merecido desenlace.
En la vida sexual abundan casos en mayor o menor medida sobre traumas no superados, eventos del pasado que despiertan nuestros peores miedos, y estos nos impiden concretar una sexualidad plena. A estos traumas también les permitimos sabotear nuestras interrelaciones humanas y, por lo tanto, la armonía con la pareja. En el sexo lo que nos avergüenza o nos atemoriza puede tratarse de un trauma que no hemos aprendido a definir. Lo que no podemos nombrar objetivamente nos persigue como una sombra o un fantasma. Cuando esto ocurre significa que no hemos conseguido reconciliarnos con nuestra historia para extraer el hecho puro, porque no hemos conseguido una visión objetiva de los hechos y por ende no hemos escogido perdonar y perdonarnos para avanzar. Lo que hoy nos sigue doliendo es todo lo que aún no perdonamos.
El perdón es fundamental para avanzar y conseguir un cambio energético favorable. No obstante, debemos tener en cuenta que para perdonar a otros y perdonarnos a nosotros mismos, con relación a errores y situaciones negativas vividas, es necesario querer hacerlo. El perdón no es un proceso involuntario, sino una acción fundamentada en decisiones. Perdonamos solo porque elegimos perdonar. Tener en cuenta que el perdón es una decisión consciente nos ayuda a comprender mejor la posición que asumimos frente a las circunstancias, y especialmente ante un hecho doloroso o traumático: ya sea como víctimas, jueces o responsables.
En el sexo aprender a perdonar antiguas parejas bajo las cuales nos hemos sentido maltratados, o perdonarnos por experiencias a las cuales nos hemos sometido por apego y que posteriormente consideramos vergonzosas, contribuye luego para que en futuras ocasiones consigamos liberarnos de las culpas y miedos que nos impiden lograr una conexión placentera y humana con otros. Aprender a perdonar a un verdugo, o a la acción concreta del verdugo, nos ayuda a que luego ese mismo verdugo no reaparezca en el rostro de otros. Cuando la intimidad sexual se despoja de los fantasmas de su trauma, esto en aquellos casos donde el recuerdo de una experiencia dolorosa continúa acechándonos, podemos conectar verdaderamente con el placer físico y con ello alcanzar junto a otros esa empatía humana gracias a la cual amamos y deseamos sin las ataduras de asuntos no resueltos.
Existen muchas teorías que proponen pasos para perdonar, así como hay incluso prácticas englobadas bajo lo que se ha calificado como “ciencia del perdón”. Distintos autores señalan diversas etapas del perdón, relacionadas con mecanismos inconscientes: niegas cosas (represión) o se las adjudicas a otro (proyección). Sin embargo, ¿de qué nos sirve estudiar el perdón si nuestra voluntad persiste en culpar a otros? El perdón no es algo que se pueda estudiar para luego ejecutar según el dictamen de un manual perfectamente ordenado. Por eso la intención aquí no es señalarte una serie de herramientas que funcionen como una fórmula mágica gracias a la cual aprendes a perdonar y tu vida cambia instantáneamente. Más bien la invitación es a entender el perdón como un sendero individual y para recorrerlo debes primero reconocer que papel interpretas dentro de esa encrucijada que no te permite avanzar hacia la paz. Cuando señalamos un verdugo significa que estamos sentados en la silla de la víctima. He ahí el primer problema de porqué no rompemos viejos esquemas que todavía nos oprimen y a causa de ello quizá no nos sentimos conformes con nuestra sexualidad o plenamente satisfechos junto a nuestras parejas, a quienes consideramos con miedo a que se convierta en el próximo verdugo y no ese compañero con el cual nos relacionamos desde el amor y el respeto. Las emociones reprimidas juegan en nuestra contra tanto como las proyecciones. Lo que está dentro de nosotros sin conseguir un escape acaba por aprisionarnos, a la vez que aquello que repudiamos de otros por no reconocerlo en nosotros mismos nos impide una valoración justa de nuestras parejas. Todo esto existe y hace daño porque no supimos perdonar. O, para ser exactos, porque no quisimos perdonar y nos conformamos con asumir roles donde el dolor original persiste. Si en el sexo no hay igualdad de posición entre las partes y en cambio se asumen poses de víctimas o verdugos comienza el abuso, la falta de tacto o la reproducción fiel de antiguos patrones donde somos vejados en conformidad con un hábito malsano o maltratamos a otros para resarcirnos como si se tratara de una revancha.
Si hay algo que podemos destacar de estos teóricos de la nueva era, cuyos trabajos se enfocan en la orientación espiritual, es que todas estas situaciones negativas experimentadas se diseñan inconscientemente en conformidad con el consciente colectivo y suceden en nuestras vidas para ayudarnos a crecer, sanar y finalmente avanzar; pero solo cuando así lo queramos. Por lo tanto, frente a una situación adversa pregúntate: ¿qué posición asumes? Cuando nos representamos como jueces consideramos que siempre tenemos la razón y administramos culpas desde una tribuna cuestionable de superioridad moral. Mientras el juez ve culpables en todas partes, cuando te representas como víctima no permites que el perdón fluya porque tu condición base es estar en minusvalía. En cambio, ser responsables de lo que nos ocurre, es decir cuando nuestra percepción e interpretación de los hechos es distinta a la de víctimas o jueces, entonces sí sanamos, crecemos y hacemos cambios. Y esos cambios son posibles solo porque accionamos en vez de simplemente reaccionar, y gracias a ello es posible construir lo que uno quiere crear, tanto en la vida como en nuestra sexualidad. Esas dos posiciones muchas veces están basadas en emociones reprimidas y creencias limitantes que se han creado en el pasado. El dolor original está enraizado en ese pasado y entonces eso te conduce a la represión de emociones, a apoyarse en una herida simbólica basada en ese pasado y no en el presente, y de ahí la importancia de ser responsables con nuestra historia.
Las creencias no están basadas en hechos. Pueden basarse en unos cuantos hechos, pero están definidas principalmente por las interpretaciones que hacemos de estos: nuestra historia, convertida en creencia y defendida luego como verdad. Reconocer objetivamente nuestra historia nos permite transformarla positivamente. En esa historia personal interviene el dónde y cómo fuimos educados, así como la cultura dentro de la cual nos insertamos. Creencias basadas en esas historias que nos sitúan dentro de roles de víctimas o victimarios son creencias aprendidas que interpretamos como una verdad indiscutible; y eso vale para la sexualidad o para las relaciones de pareja. Por eso existe una cultura de pareja y sexualidad, y esta no depende exclusivamente de las percepciones y sentires individuales, ni se desliga del contexto y cultura de tu tiempo. El harén árabe es aceptando en su determinada cultura porque no es sinónimo de infidelidad ni se asocia a historias de traición como en el caso occidental. “Las mil y una noches” celebra las aventuras de los amantes que se salen con la suya, mientras que en una obra occidental como “La Divina Comedia” son compadecidos a razón del sufrimiento merecido por cometer el pecado de la lujuria. Hay narrativas que alimentan el dolor y lo transforman en espectáculo o excusa para seguir siendo víctimas o jueces.
Volvemos a preguntar, ¿por qué nos cuesta tanto perdonar? Porque no definimos el hecho puro y en cambio nos conviene convertirlo en una historia sesgada. Existe una realidad objetiva detrás de las circunstancias y sus posteriores interpretaciones. Solo extraemos un aprendizaje sanador de la situación cuando definimos el hecho puro. Perdonar es hacerse consciente de esta realidad y escoger sanar. Es común que tras la ruptura de una relación las personas declaran: “Me abandonó”, “es su culpa”, “lo odio”. Todos esos enunciados construyen una narrativa. Definir el hecho puro es delimitar objetivamente la situación concreta y sin adornos: “Ya no está conmigo”. Al despojarte de esta historia y apoyarte en el hecho puro estás más cerca de sanar y enfrentar la situación, preparado para perdonar y perdonarte y luego seguir adelante.
¿Cuánta energía vital malgastamos para mantener vivas esas historias que siguen alimentando el trauma y el dolor? Las experiencias sexuales traumáticas como relaciones abusivas o casos de violación deben confrontar ese momento en que dejan de contarse la trama que han tejido para generar compasión y en cambio aprender a definir el hecho puro y perdonarlo. No se trata de poner la otra mejilla y aceptar el maltrato, sino de empoderarnos para enfrentarlo de la mejor manera posible aceptando la realidad objetiva y desechando las percepciones que sostienen una historia que nos ubica en un rol plenamente subjetivo. Para perdonar hay que involucrar nuestras cuatro fortalezas (cuerpo, mente, emociones y energía). El pensamiento acompañado de emoción es más fuerte y se retroalimenta. Y el cuerpo en definitiva es depositario de emociones y pensamientos que luego se manifiestan en él. Si trabajamos positivamente estas fortalezas de manera simultánea nuestras acciones crearán resultados sanadores. Es entonces cuando la energía del amor nos transforma y se convierte en fuerza creadora.
Si perdonamos se produce cambio energético y cada persona que lo logra puede crear una nueva realidad, mucho más saludable y en conformidad con nuestros mejores deseos. Creamos lo que decidimos crear porque nada es azaroso. No hay una única manera, pero no nos sentemos en la silla de la víctima para esperar a que eso cambie en el tiempo por sí solo. Nada cambiará a menos que tomemos la decisión de perdonar. No tendremos relaciones estables o una vida sexual plena si no estamos en paz con nuestro cuerpo y nuestras emociones en relación con las experiencias del pasado. Pasa la página y concluye tus historias. Solo el perdón puede brindarte paz. Gracias al perdón es posible empezar de nuevo y en libertad.