¿Dulce o truco? Desenmascarando las parafilias.

El Halloween se acerca y crece el entusiasmo en torno a los preparativos: las decoraciones en casa, los fines de semana para ver películas de miedo y, lo más importante, la selección del disfraz terrorífico con el que mejor te identifiques. De cierta manera celebraciones como el Halloween nos conceden el permiso necesario para explorar los aspectos más oscuros y vedados de nuestro ser. Esa concesión donde lo prohibido se convierte en algo permisible durante un día, es decir representar a un monstruo, demuestra que la elección de un disfraz concreto dice mucho sobre quienes somos o cómo podríamos comportarnos en un mundo al margen de las censuras.
Asimismo, en nuestra sexualidad muchos de nosotros tenemos fantasías que no confesamos o incluso apetencias consideradas “reprobables” que no nos atrevemos a explorar, o cuando lo hacemos no hablamos sobre estas por miedo a que nos califiquen de perversos. Pero si existiera un día como el Halloween donde el miedo se convierte en regocijo y se nos permitiera darle rienda suelta a los recónditos deseos que han permanecido en las sombras, ¿cómo ejerceríamos nuestra sexualidad? ¿Qué fantasías cumpliríamos? ¿Descubriríamos el gusto por una práctica que hasta entonces hemos evitado por ser calificada de “parafilia?
Parafilias, fobias y fantasías.
El tema de las parafilias nos pone nerviosos porque refiere concepciones sobre la sexualidad que se distancian de lo “socialmente aceptado”. En el transcurso de los años, por no hablar de siglos, la moral occidental se ha despojado de sus pacaterías arcaicas y hoy en día se discute abiertamente sobre temas que antes causaban el mismo nerviosismo que despiertan las parafilias. Es curioso, por ejemplo, que el Halloween convierte nuestras fobias en un motivo de celebración. La palabra “filia” etimológicamente hace referencia a deseos y atracciones, e incluso al amor mismo. Filia es todo aquello que inspira y agrada frente a ciertas realidades o situaciones, tanto por simpatía como por vocación.
A nivel semántico, filia es lo que representa nuestro “amor”. Si las fobias son el extremo opuesto de las filias, entonces ¿por qué le tenemos miedo a que existan otros aspectos del deseo? Las parafilias representan fobias para la sociedad porque detrás de cada miedo se esconde el deseo que lo ahuyenta. No hay nada más aterrador para esa misma sociedad que quienes logran acabar con sus miedos gracias a ese descubrimiento. ¿No es eso lo que el Halloween significa al fin y al cabo? Resulta curioso que, muchas veces, nos sea más fácil transformar nuestros miedos en espectáculos, pero preferimos que nuestros deseos permanezcan como un disfraz encerrado en el armario y como esa máscara que solo nos pondremos en la “soledad” de nuestra habitación.
Las parafilias engloban atracciones por determinadas realidades o situaciones. Entendamos las parafilias como variaciones de la conducta sexual expresadas en prácticas, comportamientos y patrones según los cuales la fuente predominante del placer no se halla en la cópula en sí, sino que se fija en alguna otra cosa, objeto o actividad que la acompaña. La palabra clave es “fijación” y es importante tener en cuenta que esta fijación de carácter sexual se diferencia de cualquier otra conducta erótica asociada a una fantasía sexual. Cuando una práctica se define como “parafilia” significa que el placer solo existe cuando interviene, como obsesión, la fuente de placer externa a la cópula, porque inconscientemente se ha escogido algo que ha “fijado” nuestro deseo.
Las fantasías sexuales pueden ser tan amplias como sea la creatividad de quienes comparten su intimidad. El cumplimiento de fantasías puede transformarse en actividades que nutren la actividad sexual con componentes que sacuden la rutina. Una fantasía sexual es inofensiva, mientras que una parafilia tiene un componente de obsesión que define un trastorno patológico. Las parafilias adquieren cierto carácter de hábito sexual para quien las practica debido a esa fijación. Una fantasía sexual puede ser divertida, así como prácticas ocasionales alternas que nos permitan descubrir otras formas de ejercer nuestra sexualidad responsablemente. En cambio, con las parafilias no se puede descartar la obsesión que la fundamenta. Podemos tener gustos e inclinaciones en nuestra sexualidad, tan variados como peculiares, pero advirtamos a tiempo si llega un punto en que dentro de nuestras fantasías la existencia del placer depende exclusivamente del cumplimiento recurrente de una actividad sexual concreta. Cuidémonos de convertir en rutina sexual una obsesión que nos deshumanice. Nos enfrentaríamos entonces a la parafilia como una patología que requiere probablemente asistencia.
Origen de las parafilias
Desde el aspecto personal de cada individuo las parafilias como preferencias responden probablemente a situaciones del pasado que se manifiestan en la sexualidad. No necesariamente estas situaciones tienen que haber ocurrido durante momentos asociados a la sexualidad temprana, sino en otros aspectos de la vida que luego se reflejaron y manifestaron en la sexualidad, encontrando allí un escape o una respuesta. Tal y como proponemos en Sexontológico, vida y sexualidad están mezclados. No podemos separarlas porque una es el reflejo de la otra, y se alimentan mutuamente.
Por lo tanto, las parafilias o lo que nos excita, revelan algo en nuestra historia o en nuestro ser que nos ayudarían a comprendernos con mayor transparencia. Se trata de aprender a descubrir quiénes somos debajo del disfraz, a comprender como nos define la fantasía que impulsa un deseo. No obstante, tengamos en cuenta que algunas prácticas o inclinaciones sexuales poco convencionales no tienen por qué ser vistas como algo censurable; siempre y cuando en la práctica de la mismas no exista un daño a la integridad física, mental, emocional y energética de quienes la practican. De ser así se identifica una parafilia que compromete nuestras fortalezas, produciendo un daño externo a otras personas tanto como a nosotros mismos. Para sanar un problema debemos reconocerlo y aceptarlo. Si identificamos un comportamiento obsesivo en nuestras prácticas sexuales, entonces es el momento de preguntarse si necesitamos ayuda para reconciliarnos con el deseo de una manera saludable.
Tipos de parafilias más comunes:
Existen muchas parafilias, siendo muchas de ellas reprobables o incluso comprometedoras a un nivel legal. Pero también existen otros comportamientos, inclinaciones o gustos con las cuales en mayor o menor medidas podríamos identificarnos, esos que no representarían un problema si durante una noche nos permitimos descubrirlos. Eso sí, nunca olvidemos que en cualquier juego sexual el consenso entre las partes es siempre la primera y última regla. Entre esas inclinaciones o deseos que activan la sexualidad y que podríamos experimentar podemos destacar las siguientes:
—Voyeurismo y exhibicionismo: ¿Ver o ser visto? Para cada voyeur hay un exhibicionista esperando esa mirada indiscreta que lo impulse a revelarse por completo; ese alguien que en lugar de tocar puertas se asome como parte de una cómplice travesura.
—Sadomasoquismo: No se trata exclusivamente de la relación íntima entre placer y dolor, sino de la posibilidad de demostrarse abierto a experimentar situaciones que atraen tanto como se temen. Ello exige el cumplimiento de ciertas dinámicas para que el juego sea exitoso, el sadomasoquismo implica consenso entre las partes y como todo juego tiene reglas que deben ser cumplidas por sus participantes. Hay muchas opciones terroríficamente sexys: esposas, cuerdas y una amplia imaginación entre dos personas a la hora de jugar.
—Fetichismo: Ropas, accesorios y hasta porciones determinadas del cuerpo despiertan sensaciones en nosotros. El fetichismo no solo se centra en detalles, sino que los convierte en un receptáculo de sumo disfrute. No hay celebración más fetichista que el Halloween y estas fechas pueden ser la oportunidad perfecta no solo para identificar objetos y disfraces que nos den miedo, sino también otros que nos ofrezcan placer.
—Travestismo: “Ser otro” puede transformarse en una experiencia excitante y quienes practican el travestismo han aprendido a sentirse cómodos con una nueva imagen de sí mismos vistiendo las prendas de un sexo distinto al que sugieren sus genitales. ¿Qué tan atractivo será jugar a ser otro completamente distinto?
—Estigmatofilia: Tan atractiva como curiosa, esta se refiere a la atracción por personas con tatuajes o piercings. Actualmente está en boga que al menos tengamos un tatuaje o piercing en nuestros cuerpos y sin duda es seductora la idea de considerar nuestras pieles como un lienzo para dibujar otras realidades que nos representen mejor, o también desnudar un cuerpo con marcas que lo hacen único y distinguible del resto. Por supuesto, algunos no queremos un disfraz para toda la vida. Por ejemplo, en la India las mujeres usan el henna para decorar sus pieles temporalmente durante celebraciones importantes tales como las bodas, ¿por qué no intentarlo? Puede ser una buena idea el uso de tatuajes temporales (aerógrafos, bodypainting u otras técnicas) que nos ayuden a desinhibirnos y contemplar nuestra desnudez con otros colores.
La intención no es centrarnos en la parafilia desde el prejuicio y en cambio evaluarlas como esos disfraces que nos ponemos en Halloween por una noche. El ejercicio mental es el de adentrarnos en el concepto de parafilia como en el juego de disfrazarse y asumir un personaje, solo que en vez de asustar a otros buscaríamos estimular su satisfacción. Halloween es festivo y lúdico, como también debería serlo nuestra sexualidad. Ese día nos amoldamos a las actitudes del personaje que nos disfraza, según lo que se cuenta sobre este, y todos formamos parte de una gran fiesta donde afrontamos nuestros miedos, pero también los celebramos. Lo que nos disfraza se convierte en una expresión interior que finalmente consigue exteriorizarse demostrando aspectos de nuestra personalidad que en otras circunstancias no encarnaríamos. En nuestro interior hay muchos deseos que no nos atrevemos a explorar y puede que jamás alcancen la superficie de nuestra intimidad. Quizá sea útil para redescubrir nuestra sexualidad de una manera divertida concedernos una noche para interpretar comportamientos sexuales diferentes o excéntricos, como si nos disfrazáramos de ellos. Hagamos la prueba de ponernos en el lugar de quienes asumen esos deseos ocultos y se arriesgan a desenmascarar una imagen de quienes podríamos ser si nos concediéramos la posibilidad de un deseo libre y espontáneo. Crea la sexualidad que decidas vivir.